TALLER DE CHICOS PARA
CHICOS
La Convención Internacional sobre
los Derechos de la Infancia reconoce en el artículo 31 que tenés derecho a
correr, a descansar, a jugar… Porque eso te ayuda a crecer mejor. Y aunque en
la Convención se habla de las personas hasta los 18 años, sería fundamental que
los grandes no pierdan la capacidad de jugar y divertirse. Los adultos tienen
que respetar los sentimientos de los chicos y también las elecciones que ellos
hacen. A veces, los grandes creen que se trata de un juego, pero tus
sentimientos son algo muy serio siempre.
- ·
Hoy
los invito a que lean “El
extraño caso del amigo invisible” de Adela Basch.
“El extraño caso del amigo invisible”
Una
vez, en un mes de noviembre, cuando faltaba poco para que terminaran las
clases, se vio salir de cierta escuela a un chico y una chica tomados de la
mano. Cualquiera diría que eso no tiene nada de particular. Y lo más probable
es que realmente no lo tenga. Sin embargo, en este caso la situación mencionada
se mezcla con confusos y enigmáticos sucesos, que hasta el día de hoy no han
podido aclararse por completo. Pero, antes de seguir adelante, repasemos un
poco los acontecimientos. Pocos días antes de que el chico y la chica de que
hablábamos salieran de la escuela tomados de la mano, una silueta misteriosa,
de manos invisibles y uñas un tanto mordisqueadas, había dejado caer una carta
sobre el pupitre de Viviana. La carta, una vez fuera del sobre y desplegada
ante los ojos sedientos de Viviana, decía así:
Viviana:
Mirá, realmente no puedo entender
que después de tanto tiempo no hayas logrado develar mi identidad. Bueno, esta
vez las pistas que te doy tienen que resultar infalibles. Acordate de que dos
son falsas y sólo una es verdadera. Aquí están:
Vivo en una casa que tiene el sótano
en la terraza y la planta baja en el tercer piso.
Nací el 35 de febrero del año 2582.
Estoy enamorado de vos.
Chau,
T.A.I.
Viviana
leyó la carta y la volvió a poner dentro del sobre. Por un momento se preguntó
si ahí, guardado dentro del sobre blanco, la carta seguiría diciendo lo mismo.
La miró al trasluz. Sí. Seguía diciendo lo mismo. Pero el caso se complica.
Porque ese mismo día, una figura sigilosa, también de manos invisibles, aunque
pequeñas, había aprovechado un descuido de Carlos para deslizar una carta entre
las hojas de su cuaderno. La carta, que la mirada de Carlos devoró en un
instante, decía así:
Carlos:
Sí, soy yo, una vez más, insisto. No puedo creer que tardes tanto en
descubrir mi identidad. Este vez te voy a dar pistas muy fáciles. Si las
estudiás bien, son pan comido. No te olvides de que hay una sola verdadera, las
demás son falsas. Son éstas:
Una pista de
aterrizaje.
Una autopista.
Quiero a un chico
que se llama Carlos.
Hasta pronto,
T.A.I.
Carlos
volvió a leer la carta una y otra vez. Después, la releyó una y otra vez. Y
durante un largo rato la siguió leyendo una y otra vez. En fin, podríamos
decir, sin faltar a la verdad de los hechos, que la leyó un montón de veces.
Pero la historia no termina acá. De ninguna manera. Porque un tiempo antes,
para ser más precisos un día de octubre, de estos en que hasta el más
despistado se da cuenta de que es primavera, alguien de manos invisibles había
colocado silenciosamente esta carta dentro de la mochila de Viviana:
Viviana:
A ver si de una vez por todas conseguís averiguar quién soy. Para eso,
te doy tres pistas. Cuidado. Como siempre dos son falsas y sólo una, verdadera.
Aquí van:
No sé leer y por eso no te escribo cartas. Ni soñarlo.
Soy marciano. Nací en Marte y nunca salí de ahí. En Marte viví toda mi
vida y en Marte
moriré toda mi muerte.
Cuando te veo soy inmensamente feliz.
Chau,
T.A.I.
Y por extraño que sea, por esos mismos días,
otras manos, también invisibles, habían aprovechado el barullo de un recreo
para colocar esta carta entre los libros de Carlos:
Carlos:
Te doy una nueva oportunidad para
que de una buena vez descubras quién soy. No entiendo cómo te cuesta tanto.
Bueno, acá tenés tres pistas. Mucho ojo, dos son verdaderas y una es falsa:
Un helado de pistacho.
Un tapiz visto al revés, mejor
dicho, al vesre y con una letra cambiada.
Me
encanta la forma en que te reís.
Hasta
pronto,
T.A.I.
Todo lo presentado hasta aquí bastaría para
configurar un caso verdaderamente digno de atención. Pero hay que agregar que
en los meses anteriores sombras de manos invisibles habían dejado un sinfín de
misteriosas cartas al alcance de Carlos y Viviana. Examinemos atentamente una
parte de la correspondencia previa a las vacaciones de invierno. Entre muchas
otras cartas, hubo una como ésta:
Viviana:
Te escribo con una identidad
secreta, pero te voy a ayudar a que descubras quién soy. Para eso, te doy tres
pistas, y además te aviso que dos son falsas. Buscá bien la verdadera. Aquí
están:
Mi
familia está compuesta así: mi madre, mi padre, yo, que soy hijo único, y mis
dos hermanos mellizos, uno de quince y otro de seis años.
Mido
17 metros de altura.
Me gustás mucho.
Chau,
T.A.I.
Y
también una carta como ésta:
Carlos:
Mirá, te lo
escribo sin vueltas. No te puedo decir quién soy. Sólo puedo darte algunas
pistas para que vos mismo trates de descubrirlo. De las tres pistas que te doy,
sólo una es verdadera y dos son falsas. Además, una es para armar y otra es
medio invisible. Aquí están:
Un poco de al-pis-te mezclado con un poco de ta-lla-ri-nes.
Un fanático de las papas, ya sean fritas, hervidas o al horno, un
verdadero pa…
Cada día me gustás más.
Hasta pronto,
T.A.I.
Hay
muchísimas cartas más, pero incluirlas a todas en este libro daría por
resultado un volumen de tamaño sumamente excesivo. Nos limitaremos, al menos
por ahora, a los ejemplos citados. Quizá valga la pena mencionar un dato que
puede aportar cierta luz a esta cuestión. Se sabe que ese mismo año, a poco de
comenzar las clases, algunos chicos comentaron en sus casas: “Me parece que
este año la escuela me va a gustar. La maestra nos enseñó a jugar al amigo
invisible.” También se tiene conocimiento de unos cuantos pormenores más sobre
ese chico y esa chica que, según dije al principio, se vio un día salir de la
escuela tomados de la mano. Para no abundar en detalles innecesarios, sólo diré
que ya hace como veinte años que se casaron y que vinieron a vivir justo al
lado de mi casa. Ahora están de vacaciones, y yo me encargo de regarles las
plantas y les recibo la correspondencia. Ayer mismo recibieron dos cartas. Al
cartero no lo vi. Es muy raro, porque apenas sonó el timbre salí a la puerta, y
sin embargo, no vi a nadie. Pero dejó dos cartas. En una dice:
Carlos
Y en
la otra:
Viviana
Los dos llevan el mismo remitente:
T.A.I.
- ·
¿Cuáles
son tus juegos favoritos? ¿Qué es lo que te divierte de ellos? ¿Con quién te
gusta jugar?
Les
mando un beso grande.
Laura
( laura.depasqua@bue.edu.ar )
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